De
vez en cuando, vas de visita a casa de algún conocido y al cruzar la
puerta, sin esperarlo y a traición, te explica que en
su casa no usan zapatos.
Así que te descalzas tratando de no poner cara de compromiso, dejas
los zapatos en ese diminuto zapatero que siempre tienen en la entrada
y te dispones a pasar el resto de la velada en pantuflas. Y no
importa que esa noche fueras monísimo de la muerte, las zapatillas
son siempre siempre siempre más
feas que Picio.
Esa
gente son 'raritos'. Lo digo como lo siento. Y deberíamos decirlo
más. Porque no hay nada que corte más el rollo que la pregunta que
todos nos hacemos en ese momento: "Espera, un segundo ¿no
tendré un agujero en los calcetines?". Raritos, tiquimisquis y
tocapelotas, eso es lo que son. Bueno, eso y atinados. Porque
sí, igual llevan razón. O eso dice la ciencia,
que sabe mucho de investigar pero por lo que se ve poco de sentido
común.
De
vez en cuando, vas de visita a casa de algún conocido y al cruzar la
puerta, sin esperarlo y a traición, te explica que en
su casa no usan zapatos.
Así que te descalzas tratando de no poner cara de compromiso, dejas
los zapatos en ese diminuto zapatero que siempre tienen en la entrada
y te dispones a pasar el resto de la velada en pantuflas. Y no
importa que esa noche fueras monísimo de la muerte, las zapatillas
son siempre siempre siempre más
feas que Picio.
Esa
gente son 'raritos'. Lo digo como lo siento. Y deberíamos decirlo
más. Porque no hay nada que corte más el rollo que la pregunta que
todos nos hacemos en ese momento: "Espera, un segundo ¿no
tendré un agujero en los calcetines?". Raritos, tiquimisquis y
tocapelotas, eso es lo que son. Bueno, eso y atinados. Porque
sí, igual llevan razón. O eso dice la ciencia,
que sabe mucho de investigar pero por lo que se ve poco de sentido
común.
Aunque,
hoy por hoy, no usar zapatos en casa, aún parece una costumbre
algo japonesa,
los escasos estudios que se han hecho sugieren que poco a poco se
va haciendo más popular.
Nos puede parecer raro, pero si nos paramos a pensarlo no
faltan motivos.
Hoy repasamos dos estudios que nos hablan sobre lo que pasa de verdad
en dos lugares a los que normalmente no prestamos atención: los
zapatos y nuestro propio hogar. Bajo nuestra mirada despreocupada se
esconde una 'alianza criminal' que ni eDesde hace un par de años,
tenemos evidencia empírica de que los zapatos son una gran fuente de
información para saber cómo es una persona: gracias a ellos podemos
estimar la edad, el sexo, el nivel de ingresos o hasta el nivel de
ansiedad del dueño del calzado (Gillath,
2012).
Lo que no sabíamos hasta ahora es que los zapatos transportan mucho
más que buena información. Un
estudio de
Charles Gerba, profesor de microbiología de la Universidad de
Arizona, mostró que tras dos semanas de uso se pueden encontrar más
de 420.000 bacterias en
el exterior de unas zapatillas. 420.000. Para hacernos una idea, el
inodoro medio tiene menos de mil.
Según
el trabajo de Gerba, de las bacterias identificadas en las
zapatillas, el 27% eran E.
coli. Escherichia
coli un
tipo de bacteria que vive en el intestino de humanos y animales. Por
eso, Gerba piensa que la "abundancia de esta bacteria puede
deberse al contacto frecuente con material fecal tanto en suelos de
cuartos de baño como en la calle”. La mayoría de las E. coli no
causan problemas. Pero, algunos tipos pueden producir enfermedades y
causar diarreas bastante severas.
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